La Cueva del Conde y el Abrigo de Santo Adriano: catálogos de grafittis prehistóricos

Que el hombre ha necesitado expresar su mundo interior y exterior a través del Arte, es una realidad que existe desde su presencia en la Tierra.

A través de los siglos, primero en las cuevas y luego en otros lugares y soportes, el hombre ha plasmado líneas, curvas, puntos y otros conceptos más creativos, con el fin de manifestar su presencia y materializar, en unos trazos, imágenes e ideas.
                                                           

Las manifestaciones artísticas más antiguas se ubican en cuevas y abrigos en forma de trazos, grabados en las paredes de los mismos. 

Aquí en Asturias, parece ser que existen las más antiguas de España, e incluso de Europa, cuya datación es de unos 35.000 años de antigüedad.

Así nos lo contaba el arqueólogo de la Asociación La Ponte, Jesús Fernández, que este fin de semana nos mostró a algunos aficionados al Arte Parietal y dentro de las actividades programadas en el proyecto del Ecomuseo que llevan a cabo en esta asociación, los grabados ubicados en la Cueva del Conde y el Abrigo de Santo Adriano, en Tuñón, zona donde tiene su sede dicha asociación.
                                                                 

Conocí esta iniciativa con motivo de unas jornadas sobre Patrimonio Cultural celebradas el año pasado en el marco de esta asociación, y cuando recibí esta convocatoria la consideré interesante para, no sólo conocer mejor la zona, sino también para ampliar mis conocimientos sobre este tipo de manifestaciones artísticas y aplicarlos a mi trabajo como guía de Turismo del Principado de Asturias www.visitasguiadasporasturias.com
                                                          

En estas imágenes, Jesús nos explica algunos detalles de la cata del yacimiento arqueológico de la cueva del Conde, o también llamada "del Forno" por su forma, lugar de paso, que no de residencia, para nuestros lejanos antepasados.

Tanto los accesos, como la scène (o escenario para la presentación) podium incluido para la ubicación del público a una distancia prudencial del área de trabajo, han sido acondicionados con la colaboración de otra asociación que se dedica a la rehabilitación de drogodependencias y con la cual intercambian actividades de divulgación orientadas a este colectivo en riesgo de exclusión social. 

Igualmente, esta asociación cultural que desarrolla este proyecto del Ecomuséo, lleva a cabo el mantenimiento de este yacimiento arqueológico.

Esta cueva forma parte, junto con otras cuatro más del legado, al menos conocido, de habitación prehistórica en este valle de Tuñón habitado por los neandertales y los homo sapiens, cuyos últimos y primeros representantes, respectivamente, fueron los habitantes de este espacio.

La estratigrafía de aquel "basurero prehistórico" realizada por arqueólogos de la Universidad de Oviedo entre el 2001 y el 2005 revela lo más cotidiano de aquel ser humano: qué comían, con qué leña hacían sus hogueras y, por tanto, qué tipo de árboles había en la zona, así como todo un muestrario de huesos de los animales de los que se alimentaban en su dieta: ciervos, rebecos, cabras... 

También hallaron entre las distintas capas de sedimentos, huesos de un tipo de rinoceronte de la estepa, de hienas, de mamuts y de bisontes.



 En la imagen de arriba, se nos muestra algún tipo de canto empleado para cortar carne, pieles, etc, y la forma de trabajarla para conseguir el filo cortante.

Según parece, en esta cueva se ha descubierto un tipo de industria lítica que muestra un tránsito del hombre del Neandertal al homo sapiens.                                                               

La cueva del Conde, bautizada así a principios del siglo XX por haber sido excavada por el Conde de la Vega del Sella, posee de los primeros grabados parietales que existen. 
No hay nada anterior a ellos ni en Asturias, ni en el resto de España

Por motivos de derechos de imagen no pudimos realizar ninguna fotografía de los grabados parietales, consistentes en unas líneas verticales, puro arte prefigurativo, vinculado al homo sapiens.
                                                                                                 

 Tras una prolija explicación por parte de nuestro arqueólogo y doctor en Historia Medieval, nuestro grupo emprendió una pequeña caminata de unos casi dos kilómetros hasta el Abrigo de Santo Adriano, que el año pasado íbamos a visitar como actividad externa, dentro de aquellas jornadas, pero que por causa de las lluvias y las riadas, no fue posible.
                                                           

Hay que decir que, de esta tarea cultural y de investigación que está haciendo este grupo de historiadores, también se benefician los caminos y bordes de los ríos, ya que, para acceder al Abrigo de Santo Adriano hay que recorrer una senda casi salvaje y descender a la ribera del río para volver a subir hacia la oquedad, y si la desbrozadora y quién la maneja, no hubieran intervenido, hubiera sido imposible realizar este recorrido.
                                                             

Los grabados del abrigo tienen unos 25.000 años de antigüedad, es uno más de los tres o cuatro que existen en la sierra que está enfrente.

En el Abrigo de Santo Adriano hay bisontes, algunos con flechas o una especie de tridentes superpuestos, ciervas grávidas (frecuentes en el Paleolítico Superior), cabezas de ciervo, bisontes con cría, cierva saltando; muchos se superponen, como suele ser habitual.

En estas representaciones animales hay dos características curiosas: hay algunos que miran al interior de la cueva y en todos sus patas aparecen inacabadas, sin cerrar con pezuñas.

Jesús nos insistía en que todos estos artistas de aquel tipo de arte parietal debían de seguir algún modelo, algunas consignas, algunos parámetros comunes, pues era muy curioso observar las coincidencias a la hora de representar los distintos trazos de todas las especies y también en otro tipo de manifestaciones más simplistas, tanto en Asturias, como en otros puntos de España o de Europa.

Fue todo un descubrimiento. Los trazos, geométricos, profundos, certeros, de aquellos artistas, cautivaron una vez más mi corazón de aficionada al arte. 

Aunque ya he visitado varias cuevas en Asturias, cualquier manifestación de este tipo, tan ruda y delicada a la vez, me llena de emoción y me fascina.

¿Cómo era posible que estos artistas fueran capaces de grabar en aquellas rocas calizas, de un solo trazo, el lomo de un bisonte, la cabeza de un caballo, el salto de una cierva... en aquella oscuridad, en aquel frío, en aquellas condiciones...?

El Arte es, sin duda, una excelente terapia para sobrellevar la vida. 
Sea dura, como la que ha debido ser para ellos (en comparación a la nuestra) o más confortable, como la actual, el Arte es imprescindible para seguir viviendo. 

Por eso ellos nos han traído hasta nuestros días.
                                                      

Sobre estas líneas, en el exterior del abrigo, posando con Jesús Fernández, que me está ayudando a conocer mejor este paraíso cercano, lleno de sorpresas prehistóricas y medievales que es el Valle de Tuñón.
                                                            




                                                 




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